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La Iglesia permanecerá en Argelia pase lo que pase. Aunque los franceses decidan en conciencia volverse, la Iglesia no dejaría el país. Porque la Iglesia no es francesa. Y yo, como obispo de una Iglesia en Argelia, me quedo. Nuestras sangres están mezcladas en la violencia. Jesús se posó en estas líneas de fracturas de la humanidad. Él murió allí. Este es el sentido de la cruz.

Monseñor Claverie, obispo de Orán, abril de 1996

 

¿Qué sentido tiene una presencia cristiana en medio de la violencia?

Sin querer ser exhaustivo sobre el sentido de esta presencia a pesar de todo, sería posible atenerse simplemente a esta frase del Hermano Michel que resume muy bien su elección comunitaria:     “Si nos llega cualquier cosa – yo no lo deseo – queremos vivir aquí en solidaridad con todos estos argelinos que ya han pagado con su vida, únicamente solidarios con todos estos desconocidos, inocentes. Me parece que El que nos ayuda a mantenernos hoy, es El que nos llamó…Esto me deja profundamente  maravillado”.

¿Por qué una comunidad compuesta de 8 monjes trapenses considera que su sitio está "hic et nunc" en Argelia?

Si se quedaron en medio de la violencia de la guerra civil que asolaba Argelia particularmente la zona de Médéa y de Chréa donde estaba situado el monasterio Notre-Dame del Atlas, era ciertamente para continuar sirviendo y rezando "hic et nunc", aquí y ahora. "Por su poder, la oración es el soporte del mundo" (Juan Climaco, monje sirio del siglo VI). Orar, porque la oración es consustancial a la vida monástica. Ella regula el día y la noche con las siete horas litúrgicas monásticas. La campana de la capilla del monasterio, llama a la oración monástica, así pudo resonar hasta la noche del 26 de marzo de 1996. Servir, porque la caridad es, como subraya San Pablo, la primera de las virtudes. «Ubi caritas, Deus ibi est» repetía  a menudo el Padre Christian de Chergé en sus reflexiones sobre el hecho de quedarse.

Monjes, estas siete fuertes personalidades venidas de universos y de historias diferentes habían elegido vivir su vida de oración en Tibhirine, en Argelia. Se sintieron ligados por el voto de estabilidad benedictino (regla que escribió San Benito en una época ya destrozada por las invasiones y los desequilibrios sociales) que quiere que el monje muera allí donde ha vivido, allí donde ha orado. De esta forma mostraron fidelidad creativa. “No apartándonos nunca de su magisterio, y perseverando en su doctrina en el monasterio hasta la muerte, participemos de los sufrimientos de Cristo por la paciencia, a fin de merecer también acompañarlo en su reino” (Regla de San Benito, Prólogo, 45)

"¿Quién puede creer que el Señor hubiera querido privar de la asistencia necesaria para la vida al rebaño que adquirió con su propia sangre? Cuando todos, obispos, clérigos y laicos, conocen el mismo peligro, que el que necesita a otros no sea abandonado por los que necesita [...].Por pequeño que sea el pueblo de Dios que se quede allí dónde estamos, nuestro ministerio es tan necesario para él que no conviene privarlo de eso" (San Agustín, obispo de Hipona en Argelia, en el año 430, ante la llegada amenazante de los Vándalos)

Esta comunidad deseaba vivir la caridad fraterna, la caridad monástica y la caridad hacia sus vecinos y la Iglesia de Argelia. El Hermano Luc recuerda esta intuición evangélica de una presencia gratuita: "Será necesario decididamente y probablemente mucho más tiempo todavía para no retroceder ante el esfuerzo heroico de practicar la caridad para dos, porque a nosotros cristianos, nos ha sido confiada. Esto pide de nuestra parte un amor perseverante, desinteresado y sobrenatural" (Hermano Luc, la biografía). Esta caridad encarnada pasaba por la fidelidad a su compromiso en Notre-Dame del Atlas. Siguiendo las palabras del evangelista San Juan “La Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros” desearon seguir los pasos del Emmanuel. "Dios entre los hombres" asumiendo y dando con su presencia el sentido a los hombres que lo necesitan.

En fin, esta comunidad de Tibhirine deseaba ser un signo, una presencia de Visitación. En la imagen de María, de Notre-Dame del Atlas  representada con Jesús en su seno, encinta, estos monjes buscaron toda su vida y hasta su muerte el ser los cantores privilegiados de la acción de gracias nacida en el don del Hijo de Dios. Querían estar continuamente en un estado de VISITACIÓN, como María con Isabel, y así ser fieles, a largo plazo, al Magnificat de Notre-Dame del Atlas.

En tus manos, María / En tus manos, Iglesia de Argelia / me consagro al Amor crucificado / que Él me profesa muy amado / consagrado en tu / Yo soy / Camino, Verdad, Vida

Christophe, 31 de  diciembre de 1993

Pero, si deseamos profundizar juntos este sentido, entonces los escritos y los testimonios son numerosos.