Queridos amigos de Les Carmes,

Con gran emoción y un sentimiento muy fuerte de humildad y exigencia, acepté la petición del Padre Olivier Bourion de venir a hablaros de mi hermano Christian sobre el tema: «un seminarista de Les Carmes, Christian de Chergé».

Humildad, en primer lugar, porque me siento muy poco capaz para esponer un tema así.

Exigencia además, porque cuanto más reflexionaba y meditaba sobre el paso de Christian por Les Carmes, más claro se me hacía que teníamos que discernir lo determinante y fundacional que había sido para él.

Determinante, en efecto, porque mis recuerdos personales de Christian cuando estaba en el seminario de Les Carmes son inseparables del despertar de su vocación, madurado durante tantos años ante nuestros ojos, y que encontró una continuación lógica y, por así decirlo, obvia, respondiendo tan bien a su propia naturaleza. Su rostro, hasta entonces a menudo pensativo, había tomado una especie de discreto pero real resplandor: lo veíamos bien, muy bien...

Fundacional también, porque Less Carmes fueron para Christian un maravilloso crisol se anclaron sólidamente los fundamentos de su muy especial vocación. Su camino se construyó, vivió, profundizó, clarificó progresivamente haciendo fructificar la herencia extraída en Les Carmes.

Todas estas promesas de agua viva que había recibido, tuvo que extraerlas en un goteo a menudo doloroso. Pero siempre fueron una fuente de enriquecimiento y una alegría cada vez más radiante que lo guió hacia "esa ALEGRÍA", cerca de la Cruz y que llegaría a compartir con “el Amigo del Último Minuto".

Después de esta introducción en forma de visión general, quisiera compartir con vosotros, más precisamente, cómo me ha parecidocentral el Seminario de Les Carmes en la vocación de Christian.

Os propongo evocar en primer lugar el despertar de su vocación y algunos rasgos de su carácter.

Luego me referiré al período tan rico de seminarista de 1956 a 1964.

Y, por último, cómo Christian se alimentó de ello a lo largo del camino de su vocación desde Montmartre hasta Tibhirine.

Para concluir, quisiera mostraros cómo misteriosamente el Seminario de Less Carmes ha seguido desempeñando un papel decisivo, en primer lugar para mí desde el 27 de marzo de 1996, luego más generalmente en 2005 y aún hoy con la evocación de Christian en una jornada dedicada a la formación de los sacerdotes

                                                                                                                                                                                                                                                         

I - En primer lugar, el despertar de la vocación de Christian y algunos rasgos de carácter

Tengo 18 meses menos que Christian y uno de mis primeros recuerdos, en 1942, a los 4 años, se refiere a Christian, en Argelia, diciéndonos con orgullo: «más adelante seré sacerdote»… luego gran silencio sobre este tema. Mi padre le había aconsejado a Christian que mantuviera este proyecto en su corazón hasta que tuviera la edad para darle un seguimiento concreto. Fue necesario esperar hasta el verano de 1956 para saber que había entrado en el Seminario de los Carmes. ¡Todo lo anterior tenía sentido!

¡En Argelia, durante tres años, Dios nos parecía una evidencia compartida por todos! A Christian le gustaba recordarnos que nuestra madre nos había advertido sobre la oración bastante gestual de los musulmanes: "nosotros no nos burlemos, ellos rezan a Dios". En el avión de regreso, un bombardero, Christian, de 8 años de edad, pone en tela de juicio nuestro entusiasmo: «veréis, en Francia, seremos minoritarios en nuestra fe» y, sin embargo, las iglesias estaban todavía muy llenas entonces, pero es verdad que ya no se sentía esta presencia de Dios en las calles…

Muy brillante, Christian comparte los premios con su amigo Vincent Desprez que se hizo monje en Ligugé. Su correspondencia hasta 1996 fue el origen de «La Invencible esperanza» (libro publicado en 1997, en el que Bruno Chenu recogió artículos y textos de Christian).

¡Muy piadoso y reservado, no era perfecto, sino nervioso y de gran susceptibilidad, siendo el más servicial en casa! De niño, solía tener rabietas que aterrorizaban a nuestros padres hasta que, cuando tenía unos 2 años, un viejo médico les mostró que era sólo una forma de llamar la atención y que no debían entrar en su juego. Esta violencia en él, Christian aprendió a controlarla. Había tomado al pie de la letra la bienaventuranza "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra". Su legendaria dulzura es el fruto de esta lucha de todos los días y su sonrisa era su marca emblemática. Para mí, esta violencia reincidente se había convertido en una búsqueda insatisfecha del Absoluto.                                     

Su contención podía parecer a algunos como distancia. De hecho, estaba perfectamente presente y un poco en otra parte, respondiendo a menudo con una sonrisa a las preguntas… ¡lo que a veces era irritante!

También era, a pesar de su reserva natural, un camarada que sabía hacerse amistades sólidas. A los scouts, se mostró cómodo en las actividades de campo y disfrutó de las actividades manuales en las que se mostraba meticuloso y tranquilo. Eran las primicias del «labora» de los monjes: este trabajo en el huerto de Tibhirine, del que decía, con sentido del humor, que le relajaba y que era bueno para él y para la comunidad.

Se sentía en él una intransigencia moderada por una cierta modestia natural, ya que era consciente de los dones que había recibido gratuitamente y que los que debía compartir con los demás sin más contrapartida que la de SERVIR.

Su amargo fracaso durante el Bachillerato en Matemáticas elemental cuando le concedieron el premio a la excelencia fue sin duda el primer contratiempo en medio del éxito total. Se esforzaba en el instituto, abandonaba el colegio marianista donde alimentaba su vida espiritual. Fue para él el descubrimiento de las diferencias bajo una nueva perspectiva llena de promesas. Muchos de sus camaradas no compartían sus convicciones y las discusiones le mostraron cómo, gracias a una escucha sin juicio a priori, estas diferencias podían ser fuentes de profundización sin obligación de convencer pero con el fin de comprender para hacer de ella su miel.

Aún no hablaba de ser sacerdote cuando empezó a estudiar en la universidad y se podría pensar que había comenzado a dudar… pero sólo duró un año y en 1956 entró en el Seminario de Les Carmes: ¡todo volvía a la normalidad! Había guardado su secreto hasta el final y fue mi padre quien me dio la noticia mientras yo volvía a Ginette para preparar las competiciones... ¿Le culpé? ¡Quizás lo hice! 

II  - Y así llegamos al Seminario de Les Carmes

Christian, inmediatamente, nos pareció perfectamente cómodo, en su sitio, abierto y profundamente feliz.

  • Un sitio lleno de fuertes símbolos para Christian

Desde mi primera visita, me hizo compartir la profunda continuidad que veía entre el Seminario de Les Carmes y el martirio de los carmelitas de septiembre de 1792. Se percibía en él una especie de filiación, de connivencia: habían dado su vida y él también se comprometía a darla. «Hic ceciderunt» («Aquí cayeron»). El Seminario prolongaba sus raíces en este don de la vida.                                                                                                             

La segunda imagen fuerte es la casi excitación con la que Christian me mostró frente a la Escalera de los Mártires esa extraordinaria cruz con Cristo crucificado a un lado y la Virgen María al otro.  Deslumbra esta simbiosis en la oblación.   Tal vez estaban allí, en germen, estas magníficas meditaciones de Christian sobre la Virgen, la de la Visitación en particular, indisociable de Cristo, indisociable también de una apertura al mundo: María, llamada a ser madre de todos los hijos del mundo, sea cual fuere su confesión, para enseñarles que Cristo es más grande que nuestras divisiones y que ha venido para la multitud. Sus brazos extendidos sobre la cruz están abiertos a toda la humanidad.

  • Una amistad fundadora que sigue siendo más fuerte que las incomprensiones

A lo largo de mis visitas al Seminario, me impresionó el ambiente a la vez concentrado, sereno y alegre de los seminaristas y la amistad fraterna que los unía. Christian estaba bien integrado, aunque se podía adivinar la gran diversidad de temperamentos y tal vez incluso los caminos por venir.

La amistad en Les Carmes fue para Christian una realidad vivida en esta diversidad, en el fondo de su vocación. Profundas aspiraciones compartidas que no necesitaban palabras para expresarse. Para Christian, esta amistad era vital, era como el aire que respiramos.

Jacques Perrier, entonces obispo de Lourdes, escribió un magnífico editorial en su revista diocesana: «He conocido a un hombre de Dios»: «Uno no podía dejar de estar impresionado por la mirada y la sonrisa de Christian. Había algo secreto e intensamente personal en él que no le impedía estar disponible para todos. Mucha gente confiaba en él con más gusto al percibir la profundidad de su vida espiritual».

Más tarde, en Tibhirine, Christian, refiriéndose a los encuentros de comunión espiritual del ribat entre cristianos y musulmanes, tenía, sin duda, como referencia lo que había vivido en Les Carmes. Escribía: «Desde aquí abajo, en el silencio, en la oración y en la amistad, Dios nos abre los caminos que sólo él conoce».

  • La teología: inseparable de una espiritualidad que invita al reencuentro

El Seminario de Les Carmes proporcionó también los estudios profundos que se adaptaban tan bien al lado intelectual de Christian y respondían en él a una necesidad profunda. Pero, evidentemente, eso no bastaba para colmar su fe, aunque fuera un fundamento esencial.

El padre Tollu, en aquella época superior de Les Carmes, tuvo seguramente un papel muy importante para responder a esta sed de espiritualidad de Christian, sobre todo gracias a sus «Entrevistas Espirituales» que daba casi diariamente a los seminaristas.

Claude Bressolette formaba con Christian y Joseph Choné un trío de amigos inseparables. Me recordó que Christian, para su trabajo de fin de primer año, había elegido a San Francisco de Sales, verdadero apóstol de los vínculos vitales que hay que establecer entre teología y espiritualidad.

Creo que Christian, como muchos de los de nuestra generación, había quedado marcado por la lectura de Bernanos, y no en vano escribió más tarde en Tibhirine que ¡dar un vaso de agua con amor valía más que muchos tratados teológicos! Este intelectual tenía una loca necesidad del encuentro con el otro en el que, para él, siempre estará presente el Otro.

  • Maestro de Ceremonias: una liturgia en busca de la Encarnación

Christian está bien entrenado con Claude Bressolette. Jacques Perrier describe este papel de Maestro de Ceremonias en una época en la que los ritos eran a veces complejos: «Christian sabía cómo hacer obedecer a los seminaristas que estaban de servicio sin enfadarse nunca, pero sin renunciar nunca a nada. Además, para él, la liturgia era una acción santa en la que Dios actúa conjuntamente con su pueblo». Maravillosa definición que ilustra tan bien el vínculo íntimo para Christian entre el amor de Dios y el amor de los hombres y la sed de encarnación que lo acompañará durante toda su vida.

Además, dos acontecimientos importantes ocurrieron durante el paso de Christian por el Seminario de Les Carmes:

  • La guerra de Argelia: un secreto personal y el silencio de una generación

Christian, como la mayor parte de los seminaristas de su año, hizo un servicio militar de 27 meses. Después los EOR (Alumnos Oficiales de Reserva), llega a Argelia en julio de 1959. Fue entonces cuando tuvo lugar un acontecimiento que mantuvo en secreto hasta su regreso a Argelia para hacer el voto de estabilidad en Tibhirine. Christian, subteniente, oficial de SAS (Sección Administrativa Especializada) en Tiaret, se hace amigo de Mohamed, el guardia rural con el que llevaba a cabo muchas actividades. Sus conversaciones adquirieron rápidamente una extraordinaria dimensión espiritual en un compartir que, evidentemente, para cada uno tenía a Dios como testigo.

En una reyerta provocada por combatientes del FLN, Mohamed protege a su amigo. Poco después, amenazado y obligado a elegir su bando, le dijo a Christian: « ¿Cómo quieres que elija entre mis hermanos y mi amigo?». «Voy a rezar por ti», le dice Christian, y la réplica de Mohamed fue «Sí, gracias Christian, pero ves que es una lástima que los cristianos no sepan rezar» … y algunos días después, el 8 de noviembre de 1959, Mohamed fue asesinado al borde de su pozo («L'ami parti avant», Albin Michel, 2016, escrito por Fadila Semaï).

Christian, profundamente conmovido, guarda el secreto. En apenas cuatro meses, había vislumbrado el cielo a través de los ojos de un amigo musulmán, una de esas almas sencillas pero ardientes que Jesús tan magníficamente había citado como ejemplo.

Christian tuvo la suerte de estar bajo las órdenes de un oficial cristiano que prohibió la tortura. Concretamente, descubrió el sentido de la responsabilidad y se vio obligado a ejercer un papel de jefe a pesar de él, papel asumido dentro del sentido de servicio.

De vuelta de Argelia, un silencio, increíble hoy, cae como una plancha de plomo sobre los que vivieron estos acontecimientos. Los seminaristas no escapan a esta ley del silencio. El tema casi no se menciona en un ambiente que recupera un ritmo sostenido. Algunos simplemente notarán, sin demasiada sorpresa, que Christian comienza a aprender árabe y se sumerge en el Corán que ya tenía en su equipaje cuando desembarcó en Argelia en 1959.

  • El Concilio Vaticano II: un cambio de perspectiva…

Abierto el 13 de octubre de 1962, el Concilio responde a tal esperanza que algunos ven simplemente en él la consecuencia lógica, y como evidente, de una evolución que se ha hecho indispensable. Christian no trata de ocultar su entusiasmo, que comparte con nosotros como familia. Sin tardar mucho se quita la sotana. ¡Le quedaba tan bien que nos cuesta adaptarnos al clergyman!

Lo que va a suscitar en Christian un verdadero trabajo de maduración, 18 meses después de su ordenación, son los textos conciliares Nostra Aetate (declaración sobre las relaciones con las religiones no cristianas) y Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual) a la clausura del Concilio el 8 de diciembre de 1965.

Para Christian, los 30 años siguientes, vividos esencialmente en Argelia, no serán suficientes para asimilar estos textos. Allí encontrará la trama de una total apertura - del corazón y de la inteligencia - hacia el otro diferente. Ese otro que nos hace entender mejor al Otro con mayúsculas. Haciendo brillar a Cristo más grande que nosotros mismos.                                                                                                    

III – Un largo camino: del Seminario de Les Carmes al martirio

En Les Carmes, los cimientos fueron establecidos.

La vocación propia de Christian debe ahora construirse, vivir, hacer fructificar e irradiar todo lo que ha recibido, primicias de lo que tendrá que dar.

  • Montmartre, una experiencia paradójica y fructífera

A Christian le hubiera gustado ejercer su ministerio en una parroquia de un barrio pobre de la capital.      

Nombrado un poco a regañadientes capellán en Montmartre a cargo de la Maîtrise, desarrolla allí todos sus talentos de organización, su benevolente autoridad e intuiciones pedagógicas en gran complicidad con el padre Michel Mombert y en una sumisión rebelde con monseñor Charles que lo hizo venir. Maestro de Ceremonias, durante una de las grandes celebraciones de la basílica, ¿no llegó a preguntar a monseñor Charles, siempre vibrante de vitalidad, «¿quién es el Maestro de Ceremonias, es usted o soy yo?»

También descubre en Montmartre los tesoros insondables extraídos de sus largas sesiones de escucha en el confesionario. Fuentes de acción de gracias y toma de conciencia de los dones de acompañamiento espiritual que no dejará de desarrollar en Tibhirine entre los huéspedes, sean cristianos o musulmanes.

  • Una pequeña voz que ocupa todo el espacio y contratiempos mal asumidos pero providenciales

Monseñor Veuillot había pedido a Christian que entregara tres años a la diócesis de París antes de poder responder a la llamada monástica que sentía. Llegado el momento, le pide un año más. Muere poco después, todavía joven, el 14 de febrero de 1968.

Monseñor Marty, un conocido aveyronés de la familia, ofende profundamente a Christian pidiéndole que espere otro año. Christian, furioso pero obediente, escribió el 10 de septiembre de 1968, con cierto humor: «Habrá que buscar la Providencia en este nuevo plazo». Y menos de 50 días después, en el día de Todos los Santos, se le dio una respuesta brutal. En efecto, ¿cómo olvidar el papel que desempeñó para apoyarme cuando fui víctima de un terrible accidente que hirió mortalmente a mi esposa y me dejó con dos hijos de 2 años y 3 meses de edad…?

Sus visitas al hospital también me aclararon el sentido de esta llamada a ser monje en Argelia que nadie entendía. Vocación, me explicó, de oración cristiana en medio de la oración musulmana, de trabajo de la tierra como los argelinos… y vida en comunidad, siempre juntos, como guijarros que se rozan duramente unos a otros y se pulen para gloria y amor a Dios.

    Me había conquistado… y, casi 30 años después, en 1996, descubrí que este lema de «ORA y LABORA! » «Reza y trabaja», lo había vivido no sólo «al lado», sino «con» sus vecinos musulmanes. Fuentes inagotables que alimentaban sus meditaciones y su mirada de cristiano sobre un islam que le fascinaba y en el que, tan a menudo, ha encontrado, escribe, «atajos evangélicos». Descubrimiento maravillado de las dimensiones de un Cristo más grande, dando sentido pleno a esta llamada a la muchedumbre.

  • Tibhirine, una vocación demasiado ardiente que tiene una dolorosa necesidad de ser templada

Fue entonces, pasando por el noviciado en Aiguebelle, una llegada recibida con alegría en Tibhirine… Pero Christian quiere ir demasiado rápido hacia una comprensión vivida del islam y de los musulmanes. Las dificultades surgen rápidamente. Su vocación de monje no es dudosa para nadie, pero encuentra incomprensión cuando manifiesta su firme deseo de ir a Roma para estudiar el árabe y el islam. (Moines de Tibhirine, Heureux ceux qui espèrent. Autobiographies spirituelles por Marie-Dominique Minassian. Le Cerf 2018).

El combate es a la vez espiritual y a veces exacerbado por las inevitables diferencias de carácter. Christian sufre y causa sufrimiento a pesar de sí mismo, lo que aumenta su angustia sin hacerle abandonar su íntima convicción de que se confía enteramente a Dios.

La decisión de marcharse o permanecer la toma finalmente su comunidad. Vuela a Roma el 26 de agosto de 1972. Pero Christian está conmocionado por la prueba. Escribe en sus notas personales: «Pongo todo en tus manos, Señor, en bloque, con mi incapacidad aún actual para discernir lo que habría sido necesario hacer, decir, ser para que la caridad y la unidad estuvieran mejor salvaguardadas, la decisión más unánime, la solución más conforme a Tu voluntad, en su aplicación».

Su estancia en Roma lo confirma en sus intuiciones… Descubrimientos de las huellas de Dios que pueden esconderse en las diferencias, porque es verdad que «la belleza está en el ojo de quien mira», como solía decir nuestra madre.

Al regresar a Tibhirine a finales de junio de 1974 para quedarse allí, la búsqueda de lo absoluto de Christian hasta el último día tendrá necesidad de encarnarse en la Cruz y la ALEGRÍA de la Cruz, tan bien expresada en su Testamento Espiritual. Sabe que su comunidad es un freno protector e indispensable para él en su búsqueda y en su vida en esta tierra de islam, de la que aprende cada día más para alimentar su fe cristiana.

Poco a poco se produce un equilibrio: Christian es elegido, luego reelegido prior y cada uno ha tomado conciencia del vínculo que le une más allá de sus dificultades y que las superan.

Así, el Testamento Espiritual de Christian, escrito «en mí», entre el 1 de diciembre de 1993 y el 1 de enero de 1994, fue vivido «en nosotros» a 7 en 1996.

Christian me había dicho: «los trapenses están siempre juntos», y los dos que quedaban se hicieron cargo. Son signos de que esta unidad permanece en la Comunión de los Santos. 

 

 

Conclusión:

El Seminario de Les Carmes y Christian, ayer, hoy… ¿y mañana?

Ahora tengo que ir concluyendo.

Christian era plenamente monje y estaba plenamente habitado por esta Argelia, cuerpo y alma, en la que hizo voto de estabilidad para vivir su fe en contacto espiritual y humano con el islam.

Su Testamento Espiritual está plenamente situado bajo el signo de la Santísima Trinidad, impregnado de esta fe en Cristo, más grande que nuestras ignorancias. Él ha probado este «gozo secreto del Espíritu Santo que será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias».

El islam está atravesado por una crisis terrible que no ha hecho más que crecer desde 1996. Una especie de gangrena que se desarrolla más o menos solapadamente en las ciudades vinculadas al terrorismo que parece querer abarcar ahora a todos los que no comparten la visión más literal, fundamentalista, violenta de «los que se creen que son el islam». Las víctimas musulmanas son las más numerosas, pero los cristianos de Oriente corren el riesgo de desaparecer.

Esta hermosa jornada de celebración del Centenario del Seminario de Les Carmes ha puesto de relieve la importancia crucial de la formación de los seminaristas y de los sacerdotes. Como señaló Monseñor Beau en la Asamblea plenaria de noviembre de 2017: «El sacerdote, para estar disponible al Espíritu Santo, debe saber afrontar lo desconocido… adquirir un discernimiento pastoral y un verdadero impulso misionero... debe adquirir la capacidad de ser guía en el camino de los que le son confiados».

La beatificación, el 8 de diciembre pasado, de los 19 mártires de Argelia, uniendo a su memoria a las 200.000 víctimas del decenio negro, fue un signo inolvidable de que cristianos y musulmanes pueden y deben ser, en nombre de su fe y de su religión, signos de paz y de amor. Esto se suma al testimonio del padre Christian Reille, que vive desde hace 40 años en Argelia. Escribe en «Un jesuita en tierra del islam»: «Esta es quizás la buena noticia que la Iglesia de Argelia debe anunciar a la Iglesia universal y a toda la humanidad: una mirada positiva al islam reconocido como una tradición religiosa que tiene su propio valor como camino hacia Dios.».

Estos 19 mártires de Argelia están «rodeados» por dos Mohamed, el amigo de Christian que le salvó la vida a costa de la suya y el amigo de monseñor Pierre Claverie que quería quedarse con él a riesgo de su vida.

La Iglesia de Argelia, Iglesia de la Fraternidad y del Encuentro, está a la vanguardia para llevar este mensaje e interrogarse sobre cómo la diversidad de las religiones puede formar parte del plan de Dios.

En el contexto actual, ¿cómo se puede desarrollar mejor este conocimiento mutuo, al igual que la alegría secreta del Espíritu Santo?

Mi más ardiente oración sería esta tarde que, lejos de todo relativismo, los cristianos estén preparados para compartir y encontrarse con los creyentes musulmanes bajo la mirada de Dios y para el compromiso común al servicio de los más pobres. La formación de los seminaristas y de los sacerdotes es necesaria para abrirlos sobre la espiritualidad del islam, los pilares de su fe, sus diferencias y sus connivencias, que son fuentes de tantas riquezas cuando se ponen bajo la mirada de Dios.

Lo que está en juego es vital y urgente en un mundo que se desgarra y en el que todos los creyentes son interpelados para ser constructores de paz.

Esta alegría del encuentro, del que el Espíritu Santo tiene el secreto, esta alegría que Christian, después del padre Carlos de Foucauld, conoció y de la que la Iglesia de Argelia es testigo, está cerca de la Cruz, se alimenta de esta humildad que es la base de todo encuentro.

Esta alegría, que no carece de sufrimiento ni de incomprensión, pero que les da sentido, puedo testimoniarla en mi compromiso desde hace más de 20 años en la mejor comprensión entre cristianos y musulmanes, y os la deseo de corazón.

¡Gracias!                              

Hubert de Chergé - 25 de noviembre de 2019

 

Photos  : ©Famille de Chergé