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au fil liturgie benoit

Hermanos y hermanas, la verdad cuando es una idea, una definición, un sistema, una especulación... una elucubración: hay que alzarse, elevarse, ser inteligente a la medida de sus medios para cogerla, analizarla y comprenderla.

Pero si la verdad es Alguien - un día lo dejamos todo para seguirlo - y se trata de escuchar su Voz, de acoger su Presencia, de conocer su Rostro, hay que simplemente, de verdad, inclinar su corazón. Sí, cuando se escucha el Evangelio - Palabra que es Revelación - es necesario pedir discernimiento, apelar a la inteligencia, inteligencia pobre que nos pone a la altura de Cristo manso y humilde. Y cuando el Evangelio nos llega por un santo que realmente lo ha puesto en práctica - la vida de los santos que se llaman Agustín, Benito, Francisco, Clara o Charles - es el Evangelio ilustrado, puesto en la historia. Sí, hoy, en el día en que el Evangelio de Jesucristo nos viene por Benito: debemos pedir un oído atento, un corazón que se incline.

Una oreja. Un corazón. Pero es Benito mismo, este hombre de Dios, este hombre según Dios: está llamado a ver. Este es el retrato elemental de Benito: una oreja, un corazón y una mirada (todo en él está unificado: la escucha no es dispersa, curiosa, no está en todo; el corazón no es compartido ni doble; la mirada no es bizca, ni va a la derecha y a la izquierda...). Es que Benito es monje: monos, unificado por y en el Uno.

Intentemos llegar a Benito, este amigo, este maestro, este padre: todo oído, todo corazón, todo mirada, en las grandes etapas de su vida.

  • Antes de la primera etapa - su nacimiento en Italia hacia 480 -, está lo que explica el nombre de Benito: Bendecido de Dios. Sí, antes del nacimiento, para él y para cada uno(a) de nosotros está la gran solicitud del Amor, del Eterno que es Amor... sin el cual no hay santidad humana. Benito y tú, y tú: elegido, santificado, amado. Sí, ante todo, en adelante, está el Corazón de Dios: por delante de toda historia humana e inspirándola para que se convierta en una Cantata de amor.
  • Benito crece... y aquí está estudiando en Roma... su corazón está insatisfecho con este saber mundano... Se inclina... al lado, en otra parte... habitado, trabajado por otro deseo, no el de tener éxito, sino el de agradar solo a Dios. Bueno, ¡Benito está enamorado! Pero a quien su corazón ama, es a Dios. Entonces, ¿cómo hacer para agradarle? ¿Cómo saber lo que le gusta?

La Escritura responde. Sí, la Escritura responde cuando se le hacen preguntas. Ella habla, con el salmista, canta:

Escucha,  hija, mira: presta oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza” (Sal 44, 11-12)
 

Benito escucha: todo oído, todo deseo. Y no es en sueños... Benito obedece a este deseo profundo que mueve su vida: para agradar a Dios, va primero a romper con lo que se opone a Dios - el mundo - y se va al desierto: pone en práctica la Palabra.

Después de la etapa decisiva de la elección, que opera un desarraigo, una ruptura (siempre por retomar: ¡nosotros que lo hemos dejado todo para seguirlo!), está el desierto y es Dios quien nos lleva allí: para convertir a Él nuestro corazón - nuestro deseo - por medio de su Palabra.

  • Para Benito, tomó la forma de una cueva... Una cueva es como una gran oreja orientada hacia adentro, y antes de encontrar la profundidad, la altura, la anchura... las dimensiones del gran amor de Dios, encontramos las profundidades del hombre, sus bajezas, sus pliegues ocultos. Benito se enfrenta a sí mismo. Es un combatiente enfrentado a las potencias enemigas del hombre...

Una cueva... este lugar puede conducir al repliegue sobre sí mismo... hasta el encierro […] La cueva de Benito no es aislamiento, es una soledad cavada por Dios mismo en el corazón de su amigo, de su bendecido. Y esta soledad hará de Benito un hombre de comunión. Después de tres años de retiro... […] Benito será llamado a servir a los monjes en busca de Abad. ¿Dejará de escuchar... ya que tendrá que enseñar... hablar?

Su biógrafo, san Gregorio, responde a nuestra inquietud: si se tiene el corazón fijo en lo alto, las palabras que salen de la boca no caen en vano. Benito Abad sigue siendo un corazón que escucha... y luego comparte el exceso lleno de palabras que se desborda: se inclina hacia sus hermanos. Y luego, Benito Abad sigue aprendiendo... en la escuela práctica de la cruz: los fracasos de Benito son numerosos... es rechazado, sus monjes intentan envenenarlo. Vuelve a su querida soledad para luego ser reclamado como responsable de un grupo de pequeños monasterios, lauras, cerca de Subiaco, todavía un fracaso... su corazón no se agita, no se cierra, se inclina siempre hacia la verdad, hacia Jesús, su Señor...

  • Pronto podrá con algunos discípulos partir al Monte Casino para fundar allí una escuela del Servicio del Señor y escribir su Regla: un camino (hay otros) para la práctica del Evangelio: se escucha, se obedece para un día ser admitido a ver a aquel que nos ha llamado.
  • ¿Qué hay de la mirada de Benito? Gregorio nos cuenta los numerosos milagros operados por Benito: actos de bondad, un carisma extraordinario puesto al servicio de los demás confrontados con un día a día difícil: así cuando la hoz perdida en el lago... vuelve milagrosamente- y Benito le dijo a su monje: ¡Ve, trabaja, no te preocupes! el buen patrón aquí... uno adivina una mirada, sí, de gran bondad, una mirada que arregla todo... Un día, un campesino llega ante el abad Benito: atado por un villano Goth, y nos dice Gregorio, fue desatado por la mirada de Benito. Oh! esta mirada de los santos: la de María la santa, la de Benito, la de Bernardo, la de Teresa la pequeña, la del Cura de Ars, la del Hermano Charles: mirada que desata, libra, libera: mirada clarividente de quien es amado, mirada que arde porque arde por el amor de Cristo tanto tiempo contemplado, tan pacientemente deseado.

Benito tu mirada en la comunión de los santos nos mira ahora aquí y nos ofrece lo que fue tu última experiencia antes de ver a cara descubierta a tu Amado en la Gloria.

Sí, Benito poco antes de su muerte tuvo una experiencia: el mundo entero, como recogido bajo un rayo de sol, fue traído a sus ojos.

El corazón de Benito dilatado por el amor se había hecho capaz de acoger al mundo: de verlo en Dios, según su designio. Esta mirada de Benito nos indica nuestro lugar aquí entre otros buscadores del Único, entre otros testigos del Uno: hemos venido aquí para ver.

Abramos los ojos: el Señor viene.

Hermano Christophe, Homilía para la fiesta de San Benito, 11 de julio de 1990

Adorateurs dans le Souffle, Éditions de Bellefontaine, 2009,  p. 37-40