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Antes de que el Señor me lleve con Él, pido que la paz se instale en este país, al que he amado mucho y donde he pasado más de 47 años de mi vida. A nuestra edad, miramos al pasado y entendemos el significado de nuestra peregrinación en esta tierra. En los sufrimientos del cuerpo y el dolor del alma y los fracasos, Dios nos condujo de la mano. La peregrinación continúa. Ante nosotros, el Cristo que lleva su cruz nos muestra el camino y al final brilla la luz pascual de la Resurrección. (10 de octubre de 1993)